Poner la esperanza en los políticos alimenta un ciclo permanente de decepciones. La esperanza que hemos que recuperar surge de la libertad de cada persona.
Bolsonaro tendrá que responder pronto y con hechos a las altas expectativas que lo llevaron al poder. Exigir mercados libres, personas libres y respeto a sus decisiones libres debiera ser la actitud de los liberales/libertarios de la región.
La democracia es así: con mucha frecuencia se trata de elegir la opción que se cree la menos mala. En el caso de México, elegimos entre corruptos y autócratas. Y nos aprestamos a sobrellevar las consecuencias de elegir a los segundos.
La izquierda del PT perdió 20 puntos porcentuales en 12 años. De ese tamaño fue el categórico castigo de los brasileños a la inmensa corrupción prohijada por Lula y su partido. Ahora Bolsonaro tiene casi segura la presidencia en la segunda vuelta.
Vista la enorme derrota que nos encajaron nos queda esperar lo mejor, prepararnos para lo peor y construir alternativas para el futuro, conscientes de que Obrador no necesariamente es el tirano, pero esa tiranía está latente en el propio sistema.
Estos números ayudan a desnudar el trágico acontecimiento del 1 de julio, no solo por el hecho de que AMLO haya sido electo, sino que de acuerdo a los números, no hubo quien fuera capaz de darle una digna competencia.
Vivimos en México en un socialismo puro y duro, y estamos educados y condicionados para no observar que vivimos en él. Vamos: Ni siquiera para quejarnos. Al contrario: Pedimos cada día a nuestros políticos más y más socialismo, más Estado.
El ofrecimiento real de López Obrador es re-centralizar todo el sistema político mexicano en su sola persona, regresando al México de los 60s y 70s. O peor aun, trasplantar a México el catastrófico socialismo del siglo XXI venezolano.